PATENTES / de Aristóteles a Bill Gates
Una patente es un conjunto de derechos exclusivos concedidos por un Estado a un inventor / innovador, o a su cesionario, por un período limitado de tiempo por una innovación / invención realizada.
El titular de la patente (persona/ institución/ empresa) es el único que puede hacer uso de la tecnología patentada o autorizar a terceros a implementarla bajo las condiciones que el titular fije. Después de la caducidad de la patente cualquier persona puede hacer uso de esa tecnología sin necesidad del consentimiento del titular de ésta, es decir entra al dominio público. Hasta ahí una definición.
Ahora veamos lo que decía la economista Valeria Arza con respecto a la preservación del conocimiento científico:
"En particular, es de vital importancia reflexionar acerca de la necesidad de preservar el conocimiento científico en el dominio público. Si bien la innovación tecnológica ocurre fundamentalmente dentro del ámbito privado, para innovar las empresas dependen fuertemente de su entorno: el aprendizaje y la innovación son procesos interactivos que requieren de un intenso intercambio de conocimiento. Son numerosos los ejemplos de innovaciones emprendidas por empresas privadas que para concretarse se valieron del acervo público de conocimiento" (negritas nuestras). Ver en: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-149302-2010-07-12.html
Y coincidimos con la Dra Arza porque un desarrollo novedoso o una innovación, habitualmente es la fase final de la utilización de conocimientos que se generaron y acumularon a lo largo de la historia de la humanidad y que luego, en algún momento, se tradujeron en un bien de uso, o de un servicio.
Y esto no es una exageración ni una metáfora porque -y como para partir de algún punto- desde Aristóteles pasando por Ptolomeo, Copérnico, Galileo, Descartes, Kepler, Newton, Rousseau, Jenner, Dalton, Faraday, Kant, Hegel, Darwin, Marx, Maxwell, Hertz, Weber, Planck, Pasteur, Einstein, Bohr, Heisenberg, Houssay, Leloir, Milstein y muchísimos otros más, generaron una incalculable cantidad de conocimiento que pertenece al dominio público.
A lo que debemos sumar el también incalculable aporte de la enorme masa anónima de científicos/ tecnólogos de todo el mundo y de todas las épocas.
Por eso es inimaginable que Bill Gates, más alla de todo su talento creativo, hubiera podido desarrollar lo que hizo en informática y comunicaciones sin los aportes sobre el electromagnetismo que, en principio, hicieron pioneros como el escocés Maxwell y el alemán Hertz, allá por el siglo XIX.
O para tomar otro ejemplo, NOVARTIS, la poderosa multinacional que produce vacunas, entre otras cosas, seguramente algo le debe a Jenner o a Pasteur.
O las empresas que producen anticuerpos monoclonales y venden por 23.000 millones de dólares/ año -sólo para tratamientos-, deben tener alguna deuda con el argentino César Milstein, quien generosamente no los patentó porque pensaba que era un hallazgo para toda la humanidad. Sin embargo, otros se lo patentaron. En pocas palabras y sin eufemismos, lo robaron. Pero no sólo a Milstein, sino a la humanidad entera. Eso sí, protegidos por la ley.
Pero volviendo a Bill Gates, un ícono moderno que simbólicamente representa un combo de inteligencia, negocios y éxito, muy valorado hoy en día. El hizo sus desarrollos por su innegable talento y porque pudo ver más allá que otros. De eso no hay dudas, pero lo pudo hacer porque "…estaba parado sobre los hombros de gigantes", como dijera Isaac Newton allá por el siglo XVII -luego de establecer las bases de la mecánica clásica- para referirse a la importancia trascendental que habían tenido los trabajos previos de Galileo y Kepler, sin los cuales él no hubiera podido hacer sus hallazgos.
Esto sugiere que, probablemente, Newton hubiera sido un ilustre desconocido sin Galileo y Kepler detrás, lo mismo que Bill Gates sin Maxwell y Hertz, entre otros.
Sin embargo, con el devenir del capitalismo y sus leyes hechas a medida, comenzó la legalización de la apropiación privada de ese conocimiento público, sólo por el hecho de volcar todo ese conocimiento a generar un producto, o un servicio -la fase final-.
Por lo tanto y tomando esos ejemplos como base argumental nuestra posición es que los ESTADOS (como para englobar a la población mundial) no deberían pagar "royalties" por patentes porque, de alguna manera u otra, todo emprendimiento patentado llegó a su objetivo final sustentado en el conocimiento público generado en todos los rincones del planeta a lo largo de siglos.
Más aún, no sólo no deberían pagar patentes, sino que los Estados deberían tener derecho pleno sobre todo desarrollo llevado a cabo en el ámbito privado para producir un bien o un servicio. Sólo como para que las cosas sean un poco más justas y poder ejercer una soberanía que, de otra manera, quedará mayoritariamente en manos de las corporaciones transnacionales, hoy importantes decisoras del rumbo de la humanidad.
Es claro que se le podría otorgar una patente a una empresa, pero sólo para protegerla de otras que no hayan hecho desarrollos y sólo pretendan apropiarse de los mismos para su comercialización. Pero no para avanzar sobre el ámbito público, o para esterilizarlo.
Porque debe quedar claro que las patentes, como están planteadas actualmente, constituyen una apropiación privada, legal pero ilegítima, del conocimiento público.
Porque los excelentes aportes de Bill Gates al desarrollo tecnológico son minúsculos, si los comparamos a los que hicieron Aristóteles & Cía.
Sin embargo, en contraposición al idealismo moral del grupo de Aristóteles & Cia, los desarrollos de Gates fueron hechos sobre un marco de apropiación privada -vía patentes- que permitieron que hoy, el presidente y cofundador de Microsoft haya sido coronado como el hombre más rico de EE UU -y segundo del mundo- con una fortuna personal de 59.000 millones de dólares, mientras que algunos integrantes del famoso equipo de Aristóteles ni siquiera pudieron vivir dignamente -http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/economia/economia/bill-gates-se-corona-nuevo-hombre-mas-rico-ee-uu-segun-forbes-2011 .
Por eso, y para evitar obscenidades similares, coincidimos con la economista Valeria Arza cuando dice que: "es de vital importancia reflexionar acerca de la necesidad de preservar el conocimiento científico en el dominio público".
Porque hoy se patentan hasta células y genes -o pedacitos de ellos-, y debemos tomar precauciones porque, de otro modo, algún día van a querer patentar la rueda, o a cada uno de nosotros.
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