lunes, 17 de marzo de 2008

BECARIOS - Declaración - Reflexiones

BECARIOS

Los becarios/as son jóvenes profesionales que luego de su graduación universitaria pueden acceder, vía concurso, a integrarse a equipos de trabajo en diferentes áreas del conocimiento por un período de entre 4 y 7 años.

A pesar de ser la base y el futuro de la investigación CyT en el país, los becarios carecen de obra social, aportes jubilatorios, aguinaldo, vacaciones reglamentarias y licencias por maternidad y enfermedad, entre otras cosas.

A través de distintas acciones y movilizaciones los becarios han venido expresando sus reclamos dentro del marco de las políticas CyT, rasgo importante porque por puntual o específico que sea un problema nunca se debe aislar de las políticas que se implementan.

Muchos de los becarios en nuestro país están agrupados en "Jóvenes Científicos Precarizados", una organización a nivel nacional que recientemente, luego de una entrevista con el Ministro Lino Barañao y otras autoridades, se ha pronunciado a través de una Declaración.

DECLARACIÓN

A pedido de Jóvenes Científicos Precarizados (JCP), difundimos una Declaración pública que hicieron luego de la reunión mantenida el 22 de febrero de 2008 con autoridades del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

A continuación, la Declaración de JCP:

"La única persona imprescindible en el sistema científico es el investigador" (sic)

Así se refirió el Viceministro Dr. Ceccato durante la reunión. Siguen sin considerar a los "becarios" de CyT como trabajadores.

El día viernes 22 de febrero se llevó a cabo la reunión de JCP con las autoridades del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Por parte de JCP estuvieron presentes más de 30 becarios de diferentes instituciones y organismos otorgantes de beca de distintos lugares del país. Representando al Ministerio estuvieron su titular el Dr. Barañao, el Viceministro Dr. Ceccato y los Secretarios Dres. Lattuada y Blasco. Se trataron los temas planteados previamente por JCP en su declaración emitida el 15 de enero ante la creación del Ministerio:

Reconocimiento de los derechos laborales

El Dr. Barañao desconoció la relación laboral que existe de hecho entre el Estado y los "becarios" de C y T. Por un lado criticó una supuesta aspiración de pase a planta permanente que nunca ha sido planteada por JCP y que tampoco está contemplada en el Proyecto de Ley de Régimen Laboral para Investigadores en Formación. Por otro lado, asoció el reconocimiento de los derechos laborales con una reducción del número de cargos a asignar debido a los "costos" de las cargas sociales. Este concepto desconoce que la jerarquización del sistema científico, tantas veces proclamada, requiere de por sí un importante aumento presupuestario. El Ministro llegó a preguntar "para qué quieren aportar al sistema jubilatorio?", a pesar de que siendo Presidente de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), había manifestado su apoyo al Proyecto de Ley Investigador en Formación, que brindaría a los becarios los derechos laborales que hoy no poseen. En igual sentido y en forma más directa, el Viceministro afirmó que no existe voluntad política de transformar el régimen de becas en un régimen laboral, aunque sí de realizar modificaciones parciales dentro del régimen de becas. No obstante, estas reformas parciales, seguirían sin resolver el problema de fondo: la desprotección y precariedad en la que trabajan los becarios.

Finalmente, el Viceministro afirmó que pretenden un acortamiento de las carreras de grado, "para conseguir que se terminen en un tiempo más razonable (...), bajar la edad en que las personas se reciben y, de esta manera, poder tener un período de formación doctoral de 5 años, dentro de un plazo razonable, cuando la persona no ha adquirido compromisos tales como formar una familia"; y agregó, "estoy hablando de un período acotado en el cual es tolerable esta situación de precariedad intrínseca a la beca".

Para ver el Proyecto de Ley click en: Proyecto de Ley Investigador en Formación.

Recomposición de las remuneraciones acorde a la canasta familiar ($3200)

El Ministro reconoció la validez del reclamo de elevar el salario mínimo al equivalente de la canasta básica familiar ($3200). También reconoció la disponibilidad de financiamiento debido a los sucesivos récords de superávit fiscal. Sin embargo, destacó como principal obstáculo, la preocupación del gobierno por un posible "efecto dominó que afecte a toda la administración pública" No precisó cuándo se haría efectivo el aumento ni su monto final, ya que desconocía el modo en que se efectuaría el ajuste salarial, si mediante paritarias o a través de un decreto.

Democratización del sistema científico

Ante la inquietud de JCP de que todos los sectores que integran el sistema científico ("becarios", personal de apoyo y la totalidad de los investigadores) tengan voz y voto en los diferentes organismos donde trabajan, el Dr. Barañao consideró inapropiada dicha representación, alegando que muchas veces una mayor democracia el sistema científico se asocia con "una menor eficiencia en la asignación de recursos".

Además, negó la posibilidad de que los becarios se integren a las comisiones de Higiene y Seguridad existentes y alentó la creación de comisiones paralelas de becarios, debido a la imposibilidad de los becarios de tener representación gremial.

Política científica

El Sr. Ministro remarcó que la "generación de empresas de base tecnológica" ocuparía un lugar central en la orientación del nuevo Ministerio.

Asimismo, ante la inquietud de JCP sobre la participación del Banco Mundial y el BID en el financiamiento y diseño de las políticas de CyT, aclaró que dichos organismos ofrecerían posibilidades beneficiosas ya que, según su criterio, a diferencia de lo que acontecía en otras épocas, ahora son los organismos multinacionales de crédito los que se adaptan a lo que deciden los funcionarios. Por otra parte, el Ministro afirmó que a partir de este año existía la posibilidad de que los PICT comenzaran a financiarse con fondos del Tesoro Nacional.

Ante el malestar generado entre los compañeros del campo de las ciencias humanísticas por sus declaraciones asociando trabajos de estas disciplinas con la teología, Barañao afirmó que sus declaraciones fueron sacadas de contexto y se lamentó por "haber hablado de más"

Luego de la reunión del 22 de febrero las expectativas generadas por la creación del Ministerio de CyT se transformaron en abierta decepción. Desde JCP los cuestionamientos surgieron ante la negativa oficial de reconocer los derechos laborales de los "becarios" y la recomposición de las remuneraciones. También generaron profundas dudas el rumbo de la política de CyT del gobierno como la posición de las autoridades ante la necesidad de democratizar el sector. De todas maneras, la existencia de la reunión implica un reconocimiento a lo hecho por JCP. Finalmente, el Ministro propuso mantener un canal de diálogo abierto con nuestro colectivo.

La respuesta del Ministerio ante los reclamos de JCP puede explicarse por la concepción del sistema científico manifestada por el Viceministro Ceccato, según la cual "la única persona imprescindible dentro del sistema científico es el investigador" (sic). Esta concepción desvaloriza el trabajo de los becarios, el personal de apoyo y los administrativos.

Firma: Jóvenes Científicos Precarizados (Nuclea a más de 750 "becarios" de Ciencia y Tecnología de todo el país: CONICET - ANPCyT - CNEA - INTA - INTI - UU.NN.- CIC - ANLIS, etc)

Sumate enviando un mail a: jovenescientificosprecarizados-subscribe@gruposyahoo.com.ar

Visitá la página web: www.precarizados.com.ar

Reflexiones

En reiteradas oportunidades hemos informado acerca de los subsidios con que desde el Estado se "premia" a grandes empresas, nicho generalmente remiso a invertir en CyT en el país, pero siempre atento a las prebendas.

Por eso no deja de sorprender que mientras esas empresas tienen la posibilidad de recibir generosos subsidios públicos que no necesitan, los BECARIOS deben continuar luchando por DERECHOS ELEMENTALES que, si bien suelen ser reconocido por los funcionarios, no son implementados. Un argumento habitual es que la escasez presupuestaria no permite incorporar los beneficios sociales básicos reclamados.

Cruel paradoja ésta: subsidios a granel a grandes empresas y escasez de presupuesto para los becarios (y otros ámbitos).

Debe quedar claro que lo que los becarios pretenden es, esencialmente, un régimen similar a las residencias médicas que también tienen contratos transitorios pero con los beneficios sociales correspondientes.

Extendiendo el problema, tampoco deja de sorprender que mientras grandes empresas gozan de prebendas públicas para sus proyectos específicos, esa generosidad no se extienda al financiamiento de políticas públicas estratégicas como, por ejemplo, el uso racional de recursos naturales (ej: petróleo, gas, minería), descontaminación de cuencas fluviales, producción pública de medicamentos y vacunas, soberanía alimentaria, vivienda, erradicación del Mal de Chagas, erosión de suelos, inundaciones, desforestación, extranjerización de la economía, etc, etc, etc).

Sobre estos temas sería saludable que TODAS las organizaciones del sector CyT se expresaran públicamente, y así poder ir vislumbrando qué tipo de sociedad es la que realmente queremos.

Cada uno podrá sacar sus propias conclusiones, pero nosotros consideramos que este Gobierno debería, por lo menos inicialmente, abrir un debate público amplio y generoso acerca de sus políticas a implementar en CyT.

Reunión con autoridades del Ministerio de CyT
El 12 de marzo de 2008 tuvimos una entrevista con las máximas autoridades del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. El informe sobre la reunión será difundido la semana próxima.

lunes, 10 de marzo de 2008

Reunión con Barañao - Dos Opiniones

Reunión con el Dr Barañao

En el curso de esta semana tendremos una entrevista con el Ministro de CyT, Dr Lino Barañao. El objetivo de la reunión es conocer las acciones futuras del Ministerio en algunos temas particulares, así como acerca de los ejes directrices de las políticas a implementar en CyT, entre otras cosas. El detalle de los puntos a tratar los difundimos entre el 5 y 6 de febrero de 2008 en un mail titulado "Políticas CyT - Ministro Barañao".

DOS OPINIONES

Difundimos dos artículos en los cuales se analizan distintos aspectos de políticas en Ciencia y Tecnología.

Uno de ellos, "Una política científica integral", fue publicado en el diario Página/12 del 04-03-08. Su autora es la Dra Susana Murillo, investigadora del área de Ciencias Sociales.

El otro artículo, "Ciencia, Educación y Comunidad", nos ha sido enviado por el Dr Edgardo Aníbal Disalvo, investigador del área de Ciencias Biológicas.

A continuación, el artículo:

"Una política científica integral"

por Susana Murillo (ver abajo)

La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva es una saludable iniciativa. También lo es la afirmación de su titular respecto de la necesidad de que los científicos asuman su compromiso social. No obstante, es menester no olvidar que Argentina tiene una historia de profundos dolores padecidos por científicos de diversas disciplinas, como consecuencia de haber sostenido tal responsabilidad. Pero el compromiso no termina en los investigadores; es necesario que todos los ciudadanos nos involucremos. La ciencia y la tecnología nos afectan a todos.

Argentina requiere una política integral de investigación científica y gestión tecnológica, ya que de ello se trata el ministerio creado. La estructura de una política en este campo no puede reducirse a la existencia de avances en algunas áreas de investigación, a problemas de financiamiento o a la crítica a supuestos errores metodológicos de algunos científicos.

Lo fundamental es, primero, la presencia de un diagnóstico integral acerca del potencial científico, su relación con el desarrollo tecnológico y el de éste con las necesidades reales de la población. Segundo, es necesario establecer objetivos claros que articulen aspectos jurídicos, educativos, económicos, culturales, ambientales, éticos; en suma, sólo puede haber política científica si el equipo a cargo tiene conciencia de que la política es una actividad social y que lo social supone la construcción de un lazo de integración. Tercero, es menester explicitar objetivos claros relativos a la articulación estratégica a nivel geopolítico.

No es posible pensar políticas independientes de alianzas estratégicas, lo contrario supone la subordinación incondicional a los poderosos de la tierra. El lugar de Argentina en la región depende en buena medida de su política científica. Surgen entonces preguntas: ¿cómo?, ¿con quiénes y con qué objetivos se aliará Argentina en este aspecto?, ¿o no lo hará y se subordinará al orden hegemónico? La respuesta a estos y otros interrogantes es necesaria para no reemplazar la política por la gestión –estrategia neoliberal– que reduce cualquier ministerio –más allá de la voluntad individual que suele ser arrastrada por la fuerza de las cosas– a un destacamento de la voluntad de empresas transnacionales que no han demostrado ser protectoras del medio ambiente, la salud, la justicia o la calidad de vida humana.

En lo referente al valor del conocimiento científico me atrevo a disentir con cualquier enunciado que afirme que es necesario “colocar al país como contribuyente al avance del conocimiento universal”. A poco que se revise la bibliografía y documentos internacionales se encuentra que la ciencia ha dejado de ser patrimonio de la humanidad –si es que lo fue alguna vez–. Todo indica que desde hace varias décadas el esquema de política científico-tecnológica dominante consiste en que la demanda del mercado –empresas transnacionales– condiciona las líneas de desarrollo tecnológico y éstas, los avances en investigación aplicada y básica. Los laboratorios públicos suelen desarrollar investigaciones de alto costo que luego son utilizadas por grandes empresas en la faz de desarrollo tecnológico, cuyo resultado es la producción de mercancías.

A menudo, los grandes consorcios articulan alianzas estratégicas destinadas a investigaciones científicas en la etapa precompetitiva. Sostener hoy que la ciencia es patrimonio de la humanidad es no ver el rol geopolítico que tiene. Es no reconocer el lugar que cumple en la constitución de la calidad y cantidad de población trabajadora requerida –y expulsada– a nivel mundial. Es olvidar su rol en la profundización de la brecha entre los países llamados “desarrollados” y los denominados “emergentes”. La ciencia no es “patrimonio de la humanidad”, es el insumo fundamental del paradigma sociotécnico hegemónico, que tiende a aumentar la pobreza y la desigualdad entre países y entre sectores dentro de un mismo país.

El financiamiento no puede ser resuelto por entidades internacionales como el BID, pues ello cuestiona la posibilidad de una estrategia que apunte a un desarrollo endógeno con miras al bienestar de la población y a la alineación estratégica del país en la región.

Con respecto a la estructura de los proyectos, es menester analizar su pertinencia a partir de la articulación integral arriba aludida; es urgente abandonar métodos de evaluación fundándose en la cantidad de papers producidos o en la edad de los investigadores, ello comporta una simplificación característica del proceso de privatización y mercantilización de la ciencia ocurrido en los últimos decenios, cambio que llevó a “medir” la eficacia científica en función de una serie de dudosos indicadores. Hay abundante bibliografía y documentación internacional que muestran lo falaz de estas mediciones, impulsadas por organismos internacionales para propiciar un cambio en las políticas científicas y en su relación con la sociedad. Mutación que, a nivel mundial, ha transformado las políticas de los llamados “países emergentes” en una mera gestión que los ha subordinado a un orden internacional que produce día a día pobreza, destrucción del medio ambiente y muerte.

En lo concerniente a las cuestiones de metodología, tal como lo han señalado destacados investigadores, ellas han sido objeto de antiguos debates y no resulta plausible sostener un criterio de legitimación de los enunciados científicos basado en la pura “verificación empírica”, que ni aun los más encumbrados investigadores positivistas del siglo XIX aceptaron –para ello basta leer algunas tesis de egresados de la UBA en ese período–.

Sobre el lugar de la ciencias sociales, estimo necesario superar un análisis somero basado en sus métodos; por el contrario, es menester reflexionar sobre el hecho –no carente de antecedentes históricos– de que, partiendo de definiciones metodológicas que reducen el saber a la “pura empiria”, se somete la tarea de estas ciencias a un “análisis de casos” o a la formación de “técnicos” y se olvida la importancia de la elaboración estratégica de teorías, por complejas que ellas puedan resultar. Al fin de cuentas, lo humano es profundamente complejo. Definiciones en materia de política científica es lo que nuestro país requiere.

Autora: Susana Murillo: Doctora en Ciencias Sociales, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Contacto con la autora: smurillo@fibertel.com.ar .

Para ver artículo en la web, click en: http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/index-2008-03-04.html .

A continuación, el artículo:

"Ciencia, Educación y Comunidad"

por Edgardo Aníbal Disalvo (ver abajo)

Ha tenido gran y favorable repercusión la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, sobre la base de la anterior Secretaria de Ciencia y Técnica. Es poco lo que ya se puede agregar de positivo a lo que ya se ha dicho sobre esta resolución. Sin embargo, a pesar de lógica y oportuna, no debemos dejar de señalar que ésta medida viene con, por lo menos, 40 o 50 años de atraso. En efecto, muchos países dieron mucho antes a la ciencia la prioridad y la jerarquización en sus niveles de resolución y acción, desprendiéndose del estéril debate si es cara, si debe reservarse a países desarrollados o si se debe hacer ciencia básica o aplicada.

La división del conocimiento en ciencias duras y ciencias humanísticas o sociales es un punto débil en la formación de nuestros ciudadanos. No resolver esta divergencia o ahondarla es dar cabida a la fragmentación con el riesgo de perder el horizonte de para qué educamos, para qué hacemos ciencia y para qué formamos profesionales. Y aquí es donde la creación del Ministerio abre un interrogante. Este nuevo organigrama del gobierno ¿ cerrará la brecha o por el contrario la profundizará ?. Como ya hemos dicho la creación, aquí novedosa, ya es cotidiana y consolidada en otros países (sin distinguir del primer mundo de otros en esta materia).

Hoy el debate pasa por cómo proyectar la ciencia a la sociedad por caminos o ligazones que trascienden y superan aquellos solamente vinculados al aparato productivo o al bienestar general. Si definimos ciencia como todo conocimiento que da lugar a lo que sirve, en el sentido positivo, restringimos su validez a la de sus resultados. Dentro de esta definición, aun cuando se decida que la ciencia básica es fundamental, lo estamos haciendo dentro de la proyección de la ciencia a lo que puede servir o surgir después como beneficio. En otras palabras, tenemos siempre adelante el concepto de ciencia utilitaria o sea la que puede dar una utilidad. Y esta utilidad, en general, se la mide por los rendimientos en términos económicos.

Más aun, con este concepto la formación de recursos humanos en ciencia implica también la formación de recursos que pueden volcarse a la producción de profesionales para la industria y la salud. Es decir, creamos a través de la ciencia recursos materiales y humanos que entran en la rueda económica. Sin embargo, hay un destino no explicitado de la ciencia que es su capacidad como herramienta en la educación del ciudadano común. La creación del ministerio genera en este sentido una paradoja.

Hoy la discusión no pasa por los beneficios de la ciencia en la cadena productiva o más aun en el bienestar ya sea de vacunas, alimentos, confort, transporte, energía etc. etc., sino en como la actitud científica se puede inculcar en la educación del ser humano. Cuando primeramente ciencia y educación compartían el mismo ministerio pasaba inadvertido este debate o por lo menos no afloraba la división. Hoy por hoy, sin que por eso se piense que antes este problema estaba resuelto, la división de los dos ministerios llama la atención, sin ser alarmista, de una fragmentación que podría tener que corregirse dentro de otros cincuenta años.

La problemática actual de la ciencia no es ya como brazo de la producción económica. La búsqueda del conocimiento en sistemas complejos, desde materiales a biológicos, abarcando el ser humano, el medio ambiente y la sociedad ha generado espacios de intercalación de las ciencias humanas y las ciencias duras (cuando en realidad son todas humanas). La percepción del mundo tanto emocional como racional hace converger a la ciencia con otras expresiones del ser humano esenciales para su formación integral y felicidad.

Ningún científico puede decir que es totalmente ajeno a las emociones. No sólo salta de alegría cuando se confirma una teoría o un experimento le sale bien, o se deprime cuando entiende que está equivocado. Sino que emocionalmente es algo conductivista. Posee dogmas en su proceder producto de su propia educación científica y también emocional. A medida que nos movemos a las ciencias menos exactas, es decir aquellas en las cuales no podemos expresar los hechos físico-químico-biológicos por fórmulas matemáticas más o menos complejas, nos desplazamos a un mundo más discutible o como dirían los físicos más incierto o más cotidiano como diría un ciudadano común.

No obstante, la incertidumbre surge del caos producido por tratar de aplicar leyes simples a un universo complejo. Dentro de esa complejidad está la visualización que de él tienen en diferentes entornos, jóvenes, adultos y viejos cada uno de ellos con su carga emocional y experiencia personal. Así, cuando educamos a un changuito del Chaco o a un joven de Capital las percepciones nutren el posible adelanto o no de su formación. A juzgar por la física moderna, la realidad no es independiente de los sentidos. En consecuencia, la pretensión de alcanzarla ha quedado anticuada por la misma ciencia.

Si esto es así, la ciencia no está tan alejada de otras actividades creativas del ser humano. El concepto de “mundo real externo” que utilizamos frecuentemente en nuestra vida cotidiana, descansa, según Einstein, en las impresiones de nuestros sentidos. Si todo conocimiento de la realidad empieza y termina en la experiencia, la experiencia cotidiana, nuestras vivencias, no pueden quedar afuera en la integración de las ciencias en la educación.

En la actualidad, el país en su conjunto está en emergencia educativa grave, dado que muchos sectores de la sociedad se encuentran postergados como consecuencias de las crisis socioeconómicas recientes. En este contexto, la educación en ciencia no puede partir del supuesto que se dirigirá a sectores cuyo único problema es la falta de conocimientos o actualización de los mismos.

La educación en ciencias no pasa solamente por plantear aspectos relativos a la vinculación de la ciencia con el aparato tecnológico, los recursos informáticos o incentivar el interés por la ciencia por una cuestión meramente de actualización.

La educación en ciencia debe entonces planificarse como un instrumento idóneo dirigido a sectores de la sociedad, mayormente jóvenes, con necesidades especiales que dentro del contexto de la emergencia educativa, incluye a un altísimo porcentaje de la población.

Como científicos hemos tenido la oportunidad de recorrer un camino de avanzada. Por lo tanto es nuestra obligación, luego de lograr nuestros objetivos, generalmente en una universidad libre y gratuita, de proyectar esas experiencias a la sociedad. Y la proyección no pasa en abrir los laboratorios para que el ciudadano común vea lo que están haciendo los científicos locos. Sino más bien tratar de percibir la realidad cotidiana del chango o del capitalino con ojos de científico, completo, formado en ciencias humanas y en ciencias exactas.

La creación del ministerio es elogiable. Sin embargo, no perdamos de vista que el Ministerio de Educación y el de Ciencias deben buscar nexos comunes, lo que nos pondría en la vanguardia de los hechos.

Autor: Dr Edgardo Aníbal Disalvo - Biofísico, Profesor Asociado Farmacia y Bioquímica, UBA - Investigador Principal del

CONICET, Miembro Ad Hoc Comisión de Enseñanza de las Ciencias, Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Contacto con el autor: eadisal@yahoo.com.ar .

lunes, 3 de marzo de 2008

CIENCIA - TECNOLOGÍA - SOCIEDAD


CIENCIA - TECNOLOGÍA - SOCIEDAD

Difundimos el artículo "Una brújula posible para hacer ciencia hoy en la Argentina" publicado el 25 de febrero de 2008 en el diario Clarín, de Buenos Aires. El mismo es una reflexión sobre distintos aspectos del ámbito Ciencia -Tecnología - Sociedad.

Su autor, el Dr Alberto Kornblihtt, es un investigador en el área de Ciencias Biológicas que trabaja en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (ver abajo).

A continuación, el artículo:

"Una brújula posible para hacer ciencia hoy en la Argentina"

"A la ciencia, piloto de la industria, conquistadora de enfermedades, multiplicadora de cosechas, exploradora del universo, reveladora de las leyes de la naturaleza y eterna guía hacia la verdad".

Este lema, que fue acuñado el siglo pasado por el astrónomo G. E. Hale, en parte responde a una de las preguntas más polémicas sobre la actividad científica de nuestro país. ¿Debe la Argentina, un país con altos índices de pobreza pese a ser rico en recursos, fomentar la investigación básica? ¿Los científicos argentinos debemos investigar sólo guiados por el afán de descubrir o las investigaciones deben orientarse a resolver problemas acuciantes de nuestra sociedad? ¿Es la investigación científica una actividad cultural como las artes o una herramienta tecnológica cuyos resultados deben derivar en productos o servicios?

Desde ya adelanto mi respuesta:
la Argentina no puede darse el lujo de no hacer ciencia básica
, justamente porque tiene aún muchos problemas que resolver. ¿Cómo es esto? Hay quienes defienden la investigación básica argumentando que la distinción entre básica y aplicada no existe, que hay una sola ciencia, que se divide en buena o mala según su calidad. Aunque a veces lo usé, nunca me convenció ese argumento.

Prefiero reconocer la existencia de los dos tipos de ciencia y entender que están relacionadas dialécticamente, que no existe una sin la otra. Que la ciencia es a la vez piloto de la industria y camino a la verdad; multiplicadora de cosechas y reveladora de leyes naturales.

Así como la luz es a la vez partícula y onda, la ciencia tiene esas dos caras. El motor de la curiosidad es tan poderoso como la necesidad de que lo que se busca tenga utilidad. Más aún, pienso que la propensión a develar misterios y descubrir es inherente a la condición humana. Quizás lo sea a la condición animal.

No se la puede reprimir. ¿O es que vamos a reprimir estudiar los dinosaurios de
la Patagonia
, la tectónica de placas que forma los Andes, la historia medieval o el origen de los rayos cósmicos porque no parecen tener una aplicación inmediata ni resuelven problemas sociales? No podemos dejar que las leyes naturales las descubran los países del Norte y que nuestro papel quede relegado a la búsqueda de lo aplicado, o peor, a la mera aplicación de lo ya conocido. Si lo hiciéramos, fracasaríamos estrepitosamente por haber desdeñado el poder de la investigación básica de generar una forma de pensar crítica, rigurosa, donde no cabe el dogma, la fe ni el principio de autoridad para sustentar un argumento. La ciencia básica nos entrena para resolver problemas y no para aplicar recetas.

Las características mencionadas están en las raíces profundas comunes a las ciencias "naturales" y a las "sociales". Ambas se nutren de la observación y el análisis crítico de una fracción recortada de lo que nos rodea. En ambas debemos reconocer la presencia de nuestra subjetividad (deseos, prejuicios, afectos, ideología) y cuidarnos de que no influya desmedidamente sobre nuestras conclusiones. Pero sobre todo debemos celebrar la capacidad de nuestra especie de razonar encadenando argumentos y llegar a conclusiones fundamentadas, en lugar de librar una estéril batalla entre las ciencias sociales y las naturales como la desatada recientemente frente a un comentario del flamante ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao.

Este había dicho con ironía en un medio que algunas investigaciones en ciencias sociales le parecían "teología". Esto llevó a prestigiosos investigadores sociales a manifestar su enojo a través de decenas de artículos en distintos medios.

Desde el lado de las naturales, quiero decirles a mis colegas de las sociales que algunas investigaciones en nuestras disciplinas también parecen teología, que en todas partes se cuecen habas, y que en todo caso la primera en ofenderse debería haber sido
la Iglesia
, por el uso peyorativo del término teología.

Ningún investigador "duro" dejará de reconocer el carácter científico ni la validez de las propias metodologías de las ciencias sociales. Sobre lo que naturales y sociales debemos estar conjuntamente alertas es sobre el avance de la pseudociencia, la superchería y el dogma disfrazado de razón.

Gracias a la ciencia básica los científicos argentinos sabemos hacer vacunas, medicamentos, organismos transgénicos, reactores nucleares, biosensores, software de computadoras. Sabemos estimar contaminaciones e impacto ambiental. Evaluar el estado de los suelos y de la atmósfera, medir la riqueza biológica y mineral de nuestros ríos, mares y montañas. Podemos conocer el impacto socioeconómico del monocultivo de soja así como las raíces histórico-económicas de nuestra injusticia social.

Tenemos expertos en casi todas la áreas. Lo hemos aprendido en las universidades nacionales públicas de magros presupuestos y en los centros de investigación estatales del CONICET, INTA, CONEA. El problema es si la aplicación de todo este conocimiento va a estar únicamente orientada hacia la industria privada, o si el Estado decidirá utilizarlo para asumir un papel independiente del mercado que genere bienes y servicios a bajos costos para los sectores más necesitados.

Entonces el problema saldrá del área de la decisión individual del investigador entre hacer ciencia básica o aplicada y se ubicará en el terreno de las decisiones políticas del Gobierno. Un ejemplo de esto último sería impulsar la producción pública de medicamentos y la fabricación de las vacunas obligatorias que hoy se importan.

La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología es un hito positivo en la historia de la ciencia local que puede ser comparado con la creación del CONICET hace medio siglo. Entre las tareas del nuevo ministerio estará la de llegar al ansiado 1% del PBI (hoy nos encontramos en un 0,4%) para el presupuesto de CyT.

Para ello el Gobierno deberá aumentar el presupuesto genuino del área ya que hoy la mayoría de los fondos destinados a la promoción no provienen del presupuesto nacional sino de un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo. Estos créditos imponen condiciones y además hay que devolverlos. El actual 0,4% no sólo nos ubica debajo del porcentual asignado por EE.UU., Unión Europea, China y Japón, sino también a la zaga de algunos de nuestros vecinos latinoamericanos. Pero quizás lo más importante es que nos ubica muy por debajo de nuestras capacidades reales y de la excelente preparación de nuestros jóvenes.

En efecto, pese a las medidas de jerarquización de los últimos 4 años, los montos de nuestros salarios y becas siguen siendo bajos tanto a nivel internacional como interno. Una manera de generar fondos estatales específicos debería ser un impuesto especial a las empresas farmacéuticas multinacionales que no invierten en investigación en nuestro país, pero se llevan la parte del león por la venta de medicamentos importados.

Por último, una reflexión referida a la enseñanza de las ciencias. Por sugerencia de una comisión nacional convocada por el Ministerio de Educación,
2008 ha sido declarado el año de la enseñanza de las ciencias
. Para que no quede en lo meramente declarativo, la comisión recomendó destinar presupuestos para mejorar la enseñanza de las ciencias en las educaciones inicial, primaria y secundaria y fortalecer los institutos de formación docente.

El fundamento es que la enseñanza de las ciencias no sólo sirve para despertar inquietudes de futuros investigadores, sino que es importante para la formación ciudadana, para la adquisición de una opinión pública informada y para fomentar el pensamiento crítico.

Los científicos podemos hacer mucho en este sentido. Quizás sea una de las mejores maneras de ser útiles a nuestra sociedad, saliendo de nuestra torre de marfil. Después de todo, debo confesarlo, me importa más el compromiso social del científico que la importancia social de su tema de investigación.

Autor: Dr. Alberto Kornblihtt (Biólogo Molecular - Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA - Investigador Superior, CONICET).

Artículo en la web, click en: http://www.clarin.com/diario/2008/02/25/opinion/o-01901.htm

Entrevista con el Dr Barañao

El 5 de febrero de 2008 solicitamos una entrevista al Ministro de CyT, Dr Lino Barañao, con el fin de intercambiar ideas acerca de las políticas CyT a implementar, y cuyos puntos a tratar difundimos entre el 5 y 6 de febrero de 2008.

Estamos a la espera de la respuesta del Ministro.

Este texto se difunde a: Presidencia de la Nación, Jefatura de Gabinete, Ministerios de Educación, Salud, Defensa, Cancillería, Ciencia y Tecnología, Ministerios de Salud Provinciales, ANMAT, Diputados y Senadores Nacionales, Legisladores y Funcionarios Provinciales y C.A.B.A., Academias Nacionales, Instituciones del Sector CyT (INTA, INTI, CNEA, CONICET, SEGEMAR, CONAE, CITEFA, INIDEP, SENASA, INA, ANLIS-Malbrán, UTN), Facultades de Universidades Nacionales, ONG, Laboratorios de PPMV, etc).